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En un tiempo, cuando los reinos de la Peninsula Ibérica estaba en continuo conflicto, El Cid Campeador, llamado «Rodrigo díaz de Vivar «, se hizo un famoso guerrero por su valentía y habilidad en las artes de la guerra. Se cuenta, que en una mañana muy fría cuando el Cid y sus leales hombres cabalgaban por los áridos caminos de Aragón, llegaron ante las imponentes puertas de la antigua ciudad de Calatayud, hoy provincia de Zaragoza. La ciudad despedía en el aire demasiada quietud, y algo que parecía miedo.
Al entrar en la ciudad sus sospechas fueron aclaradas. El pueblo, cuando supo quien era el caballero y su leales hombres , fueron en pos de su ayuda. Era el valiente y honorable Cid Campeador el que había entrado en la ciudad y la posible solución a todas las injusticias y crueldad a la que estaban expuestos. Aquellas tierras estaban bajo el yunque de un tirano y malévolo Señor . Con su característica generosidad y nobleza, el Cid escuchó las súplicas del pueblo y decidió enfrentarse al déspota que gobernaba Calatayud.
El Cid y sus hombres se enfrentaron a una feroz y encarnizada batalla contra el Señor de aquellas tierras y de su ejercito. Pero no en vano el Cid había ganado esa reputación por la que era aclamado y venerado alla donde fuere. El Cid entro triunfante junto a sus hombres liberando a la Ciudad de semejante tirano. En agradecimiento por su valentía y nobleza, el pueblo de Calatayud proclamó al Cid como su protector y defensor. Desde ese día en adelante, la ciudad honró la memoria del Cid, erigiendo estatuas en su honor y celebrando su valentía en festivales y ceremonias.