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En las calles adoquinadas de Barbastro, Huesca, la Semana Santa está impregnada de una antigua leyenda que habla de la devoción y el misterio que rodean a la procesión del Viernes Santo. La historia cuenta que hace muchos siglos, durante la época de la Inquisición, la ciudad era testigo de un acontecimiento sobrenatural que ocurría cada año en esta fecha sagrada.
Según la leyenda, en la noche del Viernes Santo, mientras los fieles se congregaban en la plaza principal para presenciar la procesión, una misteriosa niebla comenzaba a envolver la ciudad. A medida que la procesión avanzaba por las estrechas calles, las sombras de los penitentes se alargaban y se difuminaban en la neblina, creando una atmósfera de misterio y asombro.
En medio de la procesión, se decía que aparecía una figura encapuchada, vestida con túnicas negras y portando una cruz de madera. Esta figura, conocida como «El Penitente de la Niebla», caminaba en silencio entre los fieles, emanando una sensación de solemnidad y reverencia.
Los habitantes de Barbastro observaban con asombro mientras El Penitente de la Niebla avanzaba lentamente por las calles, su presencia envuelta en un aura de misterio y devoción. Algunos creían que se trataba de un alma en pena en busca de redención, mientras que otros lo consideraban un mensajero celestial enviado para recordar la importancia de la fe y la penitencia.
A medida que la procesión llegaba a su fin, El Penitente de la Niebla desaparecía en la oscuridad, dejando tras de sí una sensación de reverencia y asombro entre los fieles. Desde entonces, cada año en la Semana Santa de Barbastro, la leyenda del Penitente de la Niebla se revive, recordando a los habitantes de la ciudad la presencia siempre vigilante del misterio y la devoción en sus vidas.